lunes, 15 de junio de 2009

PERSONAJES PERSONALES


Es muy fácil construir un personaje, aunque esta aseveración vaya en contra de mi propio trabajo. Todos construimos un personaje en uno o en otro momento. A algunos el personaje nos acompaña toda la vida, otros arrastramos a la mediana edad a nuestro personaje de la adolescencia e incluso de la infancia. Otros no tenemos alter ego hasta bien cumplidos los 40 o nos lo importamos al entrar al mundo profesional, al familiar, al social....

A veces el personaje no vive siempre con nosotros, a veces sólo existe en algunos ámbitos o sólo ante determinadas personas. En ocasiones sólo sirve para una vez. Pero siempre, nuestros personajes, dejan rastro.

Insisto en que lo más difícil no es hacerse un personaje. Es fácil dotarlo de lo que no tenemos, convertirlo en lo que quisiéramos ser y sentirnos muy a gusto en su piel, aunque disguste a los otros.

Lo realmente complicado es deshacerse de él. Limpiarse, desvestirse, liberarse. Tendemos a proteger nuestro personaje con un montón de razones lógicas, lo cuidamos de las agresiones del entorno haciéndonos fuertes dentro. Practicamos la simbiosis sin darnos cuenta de que al final nos fagocita, se adueña de nosotros haciéndonos sentir a gusto en esa piel prestada que nos acoge y protege. Nos engaña.

Descomponerlo, salir, ese es el reto. Encontrar el quién somos en realidad, objetivamente, sólo en función de nosotros mismos, sin aderezos ni posturas, honestamente, puros. Esta es la verdadera y gigantesca dificultad.

En el teatro como en la vida, hay que desnudarse primero para poder cambiar el vestuario, aunque lo que interpretemos sea una suma del que somos más otro. Y es curioso, pero con el personaje que componemos sumando el “yo” y el “él” se identificarán más personas cuanto más desnudos y verdaderos sean ambos.

Mi Hamlet debo ser yo, no yo siendo Hamlet. No estoy hablando de teatro, es una cuestión de empatía, de buscar las sensaciones del si yo fuera la vida de otro. Mi piel en la piel de otro sin dejar de ser la mía, sin dejar de ser yo aun no siendo yo. Sólo así se puede distinguir entre el ser y el personaje. Sólo así uno se puede querer.

Y no hablo de teatro.


Javier Esteban