martes, 5 de mayo de 2009

El Comediante


Se acerca el TAC, Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle de Valladolid. Y no sé la razón pero esta mañana, bajo la ducha, me he acordado del símbolo que lo representa en forma de trofeo, la reproducción de la escultura “El Comediante” de Eduardo Cuadrado.

Quizá halla sido el agua que me llevó al paraguas o la preocupación por la falta de “bolos” lo que me ha hecho pensar en su figura. Así, cabizbajo, con la máscara al hombro y la humedad en los huesos, con la maleta al costado y hacia ninguna parte.

¡Vaya duchas que se toma este tío!, pensará el lector o la lectora. Y es normal que lo piense, pero ¿qué le voy a hacer yo si la ducha me resulta lugar propicio para el “onanismo mental”?.

Pues eso, que me he acordado de él acordándome de mi. Y como cosa rara, yo que soy de natural pesimista y dado a la melancolía, yo que suelo complacerme en el regodeo “romántico-melancólico” de la pose del cómico como un viajero errante en busca de....(que cada cual ponga aquí lo que le parezca), yo que compartía esa visión poético-tópica e incluso me identificaba con ella aunque el resto del mundo no me identifique a mi, he tenido un ataque de optimismo. Sí, sí. Como está leyendo. Un autentico y genial ataque de optimismo.

Y de nuevo pensará el lector o lectora: ¡Vaya duchas que se toma este tío!. ¿Qué tipo de gel usará?. ¡Con la que está cayendo!.

Y me he preguntado ¿por qué ese cómico no echa el paraguas a un lado, vuelve la cara hacia la lluvia y se alegra de recibirla en el rostro?, ¿por qué no abre los brazos y grita que está vivo?, a lo Gene Kelly en “Cantando bajo la lluvia”, ¿por qué no juega con su máscara en vez de cargar con ella?, ¿por qué lo poético ha de ser triste, melancólico?.

¡Joder!, ¿de verdad hay que sufrir para ser artista?. Si no sufres, ¿no lo eres?.

Se me hace un nudo en el estómago ante la falta de actuaciones, me atraganto cuando pienso en lo innecesarios que nos hacen parecer los políticos, me descompongo cuando se usa titiritero o payaso como un insulto, me salen sarpullidos cuando se dice que vivimos de las subvenciones y casi llego al desmayo cuando oigo que el teatro sólo debe servir para entretener. (¡Coño!, acabo de darme cuenta de por qué está triste el comediante).

Bueno, recuperando el tono de mi sobrevenido optimismo, diré que estoy contento de ser cómico, comediante, titiritero, payaso, teatrero, hijo de... Talía, etc... Estoy contento de poder comunicar, de iluminar palabras, de convertir gestos humanos en poesía, de jugar con las sensaciones y los sentimientos, de reivindicarme como hermano de mis semejantes, en definitiva de tener un oficio que, como dice Kapeck, revive la fe en el ser humano, que reparte afecto y conocimiento, que invita a compartir aliento, tiempo y espacio.

Todo eso también es ser cómico, aunque creo que todo eso no tiene “pose o postura”. No sé si se puede convertir en escultura o en símbolo-trofeo de un festival. Pero sé que es más verdad y más vivo que la imagen triste y abandonada de ese cómico. Lo digo a pesar del “hambre” (vamos, que no cobro) y a pesar de la angustia que produce pensar en lo prescindibles que somos frente a una crisis. Lo digo a pesar de la falta de reconocimiento alguno durante más de veinte años de profesión (que no de aficción), lo digo a pesar de menosprecios y aburridos paternalismos, lo digo a pesar del provincianismo endémico que nos rodea, a pesar de la desconsideración y la ignorancia, de galicismos, anglicismos y madridismos, lo digo a pesar de todo. Por eso creo que ha tenido que ser un ataque de optimismo o algo peor.

Prescindiré de la ducha por algún tiempo, no sea que mi ataque empeore y creyéndome algo que no soy aproveche mi trabajo (el poco que hay) para hablar de temas comprometidos o para utilizar la sátira y la crítica.

Además. Tengo miedo de que alguien se de cuenta y grite: ¡Eh!, ¡Aquí hay un cómico y está vivo!, ¡Vivo!.

Cualquiera sabe lo que puede pasar.


Javier Esteban