jueves, 29 de octubre de 2009

El Cenit del Pincho


Hay días en los que el ánimo se te revuelve desde primeras horas de la mañana. Esos días es mejor no llevarme la contraria. O sea, que no lo hagas.

Esta revolución anímica viene a cuento de la constatación de lo poco o nada que les interesa a nuestros próceres, curas incluidos, que abramos un poco nuestras mentecatas mentes.

Es bochornoso ver como unos y otros , políticos y curas, se esfuerzan en crear “bancos de piedra al sol” para jubilados (ellos, la hombría con sus cosas masculinas) y talleres de macramé o recuperación del bolillo para las jubiladas (ellas, pegadas a sus labores como siempre), mientras a todos los demás (infancia incluida) nos despachan la modernez contemporánea vestida de “pincho” (o tapa, que también recibe ese nombre).

Lo más moderno y contemporáneo que se puede hacer en esta “jodida” (porque estamos bien jodidos) ciudad, es ir de pinchos. Que si el de las Ferias, que si el de la Seminci, que si el Colombino, que si el del Concurso Nacional, que si para “noséqué” acto, evento o cosa vamos a hacer “noséqué” pincho, tapa, postre o plato, en fin, que siempre hay un pincho para un descosido, ¿o era un roto?.

Nos gobiernan, instigan y dirigen desde el pasado para mantener su presente impidiendo nuestro futuro. *(¡Pedazo de frase! Y esta sí que es mia.)

Se trabajan su jubilación para que sea igual que las del presente pero con más pasta. Somos el puñetero geriátrico cultural de Europa y lo peor es que nos empeñamos en seguir siéndolo. Se cercena cualquier intento de asentar en nuestra cultura un atisbo de contemporaneidad. Sólo se soporta aquella, consensuada por curas y políticos, que no contraviene sus intereses. Nos niegan la mayor, soportan la evolución pero solo la asumen cuando no queda más remedio, cuando es inevitable o sirve a sus intereses.

Pertenezco a una generación cabreada, tengo más de cuarenta, una generación ahogada, sojuzgada por “el respeto a sus mayores”, aunque en su inmensa mayoría estos sean una generación inculta, analfabeta, sin horizontes, con la juventud, la educación y la infancia perdidas por culpa de una puta guerra y un yugo de más 40 años. Una o dos generaciones a las que hicieron creer que ir de romería y bailar pasodobles era el colmo de la diversión y la exaltación cultural. “¿Pa qué saber más?”. En aquellos años el resto del mundo crecía, incluso el que estaba más cerca, pero era mejor encerrarse y no preguntar porque “pa eso semos los mejores”. Lo malo además es que parte de esa generación convenientemente domesticada por el miedo, dirige nuestros destinos y presume de tener criterio a pesar de carecer de ciencia.

Y así estamos, igual que entonces. Porque toda esa generación, toda esa pobre gente son mayoría y además en general votan aquello que no les inquieta, es decir los bancos al sol y la muy necesaria recuperación de las artes del bolillo y el bordado, que a la vez son inspiración para el pincho titulado "Banco de morcilla al sol de la lumbre de carbón, con encaje de bolillo de caramelo de azafrán crujiente, sobre sirope de setas con sabor de antaño". Todo un referente cultural y por supuesto el cénit de una cultura lanzada más allá del siglo XXI.

“Castilla y León, Tierra de Sabor” (a rancio).

Javier Esteban